Suyos por creación y redención, exaltad a Jesús
como el creador, 10 de febrero
Tus manos me hicieron y me
formaron. Salmos 119:73. EJ 49.1
Consideremos la idea del
privilegio que tenemos. Hay muchas personas que, cuando pasan por dificultades,
caen en tentación y quedan desorientadas. Se olvidan de las invitaciones que el
Señor ha dado abundantemente y comienzan a buscar la ayuda humana y a hacer
planes para recibirla. Acuden a los seres humanos por ayuda, y de este modo su
experiencia se debilita y se confunde. En todas nuestras pruebas se nos invita
a buscar fervientemente al Señor, recordando que somos propiedad de él, hijos
suyos por adopción. Ningún ser humano puede comprender nuestras necesidades
como Cristo. Si se la pedimos con fe, recibiremos su ayuda. Le pertenecemos por
creación, y también somos suyos por redención. Mediante las cuerdas del amor
divino estamos sujetos a la Fuente de todo poder y fortaleza. Si tan sólo
dependiéramos de Dios, pidiéndole lo que deseamos como el niñito le pide a su
padre lo que quiere, obtendríamos una rica experiencia. Así aprenderíamos que
Dios es la fuente de toda fortaleza y poder. EJ 49.2
Si al pedir, usted no
experimenta de inmediato un sentimiento especial, no piense que su oración no
ha sido contestada. Aquel que dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca,
halla; y al que llama, se le abrirá”, lo oirá y le contestará. Entonces, deje que su Palabra
sea su confianza, pida y busque y goce del privilegio de descubrir que Cristo
lo ha animado. El dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros—el yugo de la restricción
y la obediencia—, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:28-29. EJ 49.3
Hallaremos descanso llevando su
yugo y soportando sus cargas. Encontraremos reposo verdadero al ser
colaboradores con Cristo en la grandiosa obra por la cual vino a dar su vida.
El dio su vida por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Su deseo es que acudamos
a él para aprender de él. De ese modo experimentaremos descanso. El prometió
hacernos descansar. Entonces, no coloque sus cargas sobre ningún otro ser
humano. “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Al hacerlo, usted
descubrirá por experiencia propia la clase de descanso que Cristo concede, el
reposo que proviene de llevar su yugo y levantar sus cargas. EJ 49.4
El pueblo de Dios le ha
deshonrado muchísimo al apoyarse sobre otros seres humanos. El no nos ha
autorizado a que lo hagamos. Nos ha dicho que él nos enseñará y nos guiará... EJ 49.5
Piense en cuántas promesas nos
ha hecho, de las cuales nos podemos asir con la mano de la fe... El desea que
lo lleguemos a conocer, que hablemos con él, que le digamos acerca de nuestras
dificultades, y que nos acostumbremos a pedirle a Uno que nunca juzga mal ni
nunca comete una equivocación.—Manuscrito 144, 1901. EJ 49.6
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