Sea hombre, 10 de febrero
Velad, estad firmes en la fe;
portaos varonilmente, y esforzaos. 1 Corintios 16:13. ATO 53.1
Usted podría hacer una obra
mucho más grande y mucho más eficiente si cultivara una tranquila confianza en
Dios y no estuviera ansioso, preocupado y perturbado, como si Jesús estuviera
en el sepulcro y Ud. no tuviera Salvador. El resucitó... ascendió a los cielos
y es su Abogado delante del trono de Dios... ATO 53.2
Los discípulos de Cristo no
deben asombrarse si son llamados a participar de los sufrimientos de Cristo.
¿Cómo puede mirar El a aquellos por quienes hizo tanto, por quienes pagó un
precio tan infinito y que sin embargo no han apreciado nunca su gran don por
ellos? La obra de los representantes de Cristo debe ser similar a la de su
Redentor. No deben contemplarse a sí mismos ni confiar en el yo. No deben hacer
una evaluación demasiado alta de sus propios esfuerzos, pues cuando vean que
otros no consideran sus labores de tanto valor como ellos mismos las estiman,
llegan a sentir que no vale la pena seguir trabajando. Pero ésta es la obra del
enemigo. No vivimos para los hombres sino para Dios. El considera nuestra obra
en su verdadero valor. Aprecia la nobleza de carácter, y sea que los hombres la
aprecien o no, ella continúa viviendo después que el hombre ha desaparecido.
Cuando ya el ser humano no tiene nada que hacer con cosa alguna debajo del sol,
el ejemplo que dejó, las palabras de oro que pronunció, continúan viviendo por
toda la eternidad. Esta influencia que correspondió al modelo divino nunca
muere. Su vida se conectó con Dios. ATO 53.3
Todos ejercemos una influencia
personal, y nuestras palabras y acciones dejan una impresión indeleble. Es
nuestro deber vivir, no para el yo, sino para el bien de otros; no para ser
manejados por nuestros sentimientos, sino para tener en cuenta que nuestra
influencia es un poder para el bien o para el mal. Dios quiere que sus obreros
sean lo que David encomendó a Salomón que fuera: “Sé hombre”. ATO 53.4
A Dios no le complace que
alguno de sus representantes se preocupe, se canse y se agote al punto de no
poder esparcir ya la dulce fragancia del cielo en su vida. No tenemos sino una
vida para vivir. Jesús vino a nuestro mundo para enseñamos a vivir esa vida a
fin de que podamos representar el carácter del Cielo. Nunca debiéramos ser
pusilánimes, porque ello será perjudicial para nosotros mismos y para aquellos que
estén al alcance de nuestra influencia. Dios requiere que nos comportemos con
dignidad en las pruebas y en las tentaciones. El Varón de dolores,
experimentado en quebranto, está ante nosotros como nuestro ejemplo. “Al que
venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y
me he sentado con mi Padre en su trono”. Apocalipsis 3:21.—Carta 7, del 10 de febrero de 1885, dirigida a
Daniel T. Bourdeau, uno de nuestros primeros misioneros en Europa.* ATO 53.5
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