Cristo se relacionaba con la gente, 12 de
febrero
Pero Jesús dijo: Dejad a los
niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los
cielos. Mateo 19:14. ATO 55.1
Nuestro Salvador no vivió en
reclusión misteriosa durante los años que precedieron a su ministerio público.
Vivió con sus padres en Nazaret, y trabajó con José en el oficio de carpintero.
Su vida fue sencilla, libre de cualquier extravagancia o despilfarro. Cuando
llegó el tiempo de comenzar su ministerio público, salió para proclamar el
Evangelio del reino. Hasta el fin de su obra conservó la sencillez de sus
hábitos. Eligió a sus ayudantes de las clases más bajas de la sociedad. Los
primeros discípulos fueron humildes pescadores de Galilea. Su enseñanza fue tan
sencilla que los niños podían comprenderla, y después se los podía escuchar
repitiendo sus palabras. Todo lo que hizo y dijo poseía el encanto de la
sencillez. ATO 55.2
Cristo fue un cuidadoso observador,
percibió muchas cosas que los demás pasaron por alto. Siempre estuvo dispuesto
a ayudar, siempre listo para hablar palabras de esperanza y de simpatía a los
desanimados y atribulados. Permitió que la muchedumbre lo apretujara sin
quejarse, aunque a veces casi fue levantado en vilo. Cuando se encontró con un
funeral no pasó de largo indiferentemente. La tristeza se reflejó en su
semblante al contemplar la muerte, y lloró con los enlutados. ATO 55.3
Cuando los niños recogían las
flores silvestres que crecían tan abundantemente a su alrededor y se apiñaban
para presentárselas como pequeñas ofrendas, las recibía alegremente, les
sonreía y expresaba su gozo al ver tanta variedad de flores. ATO 55.4
Estos niños eran su herencia.
Sabemos que vino para rescatarlos del enemigo mediante su muerte sobre la cruz
del Calvario. Les habló palabras que guardaron en sus corazones. Se sintieron
gozosos al pensar que apreciaba sus dones y les hablaba en forma tan amorosa. ATO 55.5
Cristo observaba a los niños en
sus juegos, y a menudo expresaba su aprobación cuando obtenían una victoria
inocente en alguna cosa que estaban decididos a hacer. Entonó cantos para esos
niños utilizando palabras dulces y benditas. Ellos sabían que los amaba. Nunca
les frunció el seño. Compartió sus gozos y tristezas infantiles. A menudo
recogía flores y después de señalarles su belleza, se las dejaba como regalo.
El había hecho las flores y se deleitaba en señalar su hermosura. ATO 55.6
Se ha dicho que Jesús nunca
sonrió. Esto no es exacto. Un niño en su inocencia y pureza hacía brotar de sus
labios un cántico de gozo.—Manuscrito 20, del 12 de febrero de 1902,
“Nuestro Hermano mayor”.* ATO 55.7
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