Un hogar que Dios pueda bendecir, 12 de febrero
Porque yo sé que mandará a sus
hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo
justicia y juicio. Génesis 18:19. CV 49.1
Un hombre es a la vista de Dios
lo que es en su familia. La vida de Abrahán, el amigo de Dios, estuvo señalada
por el estricto cumplimiento de la palabra de Jehová. Cultivaba la religión del
hogar. El temor de Dios llenaba su casa. Él era el sacerdote de su hogar.
Consideraba su familia como un depósito sagrado. Su casa constaba de más de mil
miembros, y los dirigía a todos, padres e hijos, hacia el Soberano divino. No
sufría opresión paterna por un lado ni desobediencia filial por el otro.
Mediante la influencia combinada del amor y la justicia, gobernó su casa en el
temor de Dios y el Señor dio testimonio de su lealtad (Carta 144, 1902). CV 49.2
El “mandará... a su casa”. No
habría descuido pecaminoso en poner freno a las malas propensiones de sus
hijos, ni favoritismo indulgente, necio y débil o renuncia a la convicción del
deber a causa de un afecto mal entendido. Abrahán no sólo daría la instrucción
apropiada, sino que mantendría la autoridad de las leyes justas y correctas. CV 49.3
Cuán pocos hay en nuestros días
que siguen este ejemplo. De parte de demasiados padres hay un sentimentalismo
ciego y egoísta, que se manifiesta dejando a los hijos con sus juicios
deformados y pasiones indisciplinadas, bajo el dominio de su propia voluntad.
Esta es la peor crueldad que se le puede hacer a la juventud y un gran mal para
el mundo. La indulgencia de los padres causa desorden en las familias y en la
sociedad. Reafirma en la juventud el deseo de seguir las inclinaciones, en vez
de someterse a los requerimientos divinos (Manuscrito 22, 1904). CV 49.4
Padres e hijos por igual
pertenecen a Dios y deben someterse a su gobierno. Abrahán gobernó su casa
mediante el afecto y la autoridad combinados. La palabra de Dios nos ha dado
reglas para que nos sirvan de guía. Estas reglas forman la norma de la que no
debemos desviarnos para seguir su camino. La voluntad del Señor debe ser
suprema. La pregunta que debemos hacer no es: ¿Qué han hecho otros? ¿Qué
pensarán mis familiares? o, ¿Qué dirán si sigo este camino? sino, ¿Qué ha dicho
Dios? Ni padres ni hijos pueden verdaderamente prosperar en camino alguno que
no sea el camino del Señor. Testimonies for the
Church 5:548.* CV 49.5
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