Embajadores, 12 de febrero
Así que, somos embajadores en
nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 2 Corintios 5:20. CDCD 49.1
En el plan de restaurar en el
hombre la imagen divina, se hizo provisión para que el Espíritu Santo actuara
sobre las mentes humanas y que, como presencia de Cristo, fuera el instrumento
modelador del carácter del hombre. Al recibir la verdad los hombres reciben
también la gracia de Cristo, y dedican sus capacidades humanas santificadas a
la obra a la que él se entregó; así los hombres se convierten en colaboradores
de Dios. La divina verdad se pone al alcance de la comprensión de los hombres a
fin de que lleguen a ser instrumentos de Dios. Pero quisiera preguntar a los
miembros de la iglesia: ¿Han cumplido ustedes este propósito? ¿Han ejecutado el
designio de Dios referente a la difusión de la luz de la verdad divina en la
diseminación de las preciosas joyas de la verdad? CDCD 49.2
¿Qué pensarán los ángeles de
Dios cuando contemplan la iglesia de Cristo y verifican cuán lentamente se
mueven los que profesan ser seguidores de Cristo para impartir la luz de la
verdad al mundo que yace en tinieblas morales? Las inteligencias celestiales
saben que la cruz es el gran centro de atracción. Saben que por medio de ella
el hombre caído recibe el perdón y logra unirse con Dios. CDCD 49.3
Los concilios celestiales están
contemplando a los que pretenden haber aceptado a Cristo como su Salvador
personal, para ver si dan a conocer la salvación de Dios a los que se
encuentran en las tinieblas. Los están contemplando para ver si dan a conocer
el significado de la dispensación del Espíritu Santo, de qué modo, por medio de
la obra de este instrumento divino, las mentes de los hombres, corrompidas y
contaminadas por el pecado, pueden romper el encanto de las mentiras y los
argumentos de Satanás, y volverse a Cristo como su única esperanza, su Salvador
personal. CDCD 49.4
Cristo dice: “Yo os elegí a
vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto
permanezca”. Juan 15:16. Como embajadora de Cristo, ruego a
todos los que leen estas líneas que presten atención mientras se dice hoy: “Si
oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. Hebreos 3:15; 4:7. Sin un momento de dilación, pregúntense:
¿Qué soy yo para Cristo? ¿Qué es Cristo para mí? ¿Cuál es mi obra? ¿Cuáles son
las características del fruto que debo dar?—The Review and Herald, 12 de febrero de 1895. CDCD 49.5
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