La virtud del amor fraternal, 7 de marzo
Y en el temor de Dios, amor
fraternal, y en el amor fraternal caridad. 2 Pedro 1:7. NEV 74.1
La Palabra de Dios ordena a
cada uno de sus hijos: “Sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos
fraternalmente, misericordiosos, amigables”. 1 Pedro 3:8. Ahora bien, a menos que la piedad
se añada a la paciencia, el hombre no podrá demostrar el amor fraternal. En su
misión ante el mundo, Cristo ha demostrado que las gracias del Espíritu de
Dios, cuando son aceptadas, moldean al hombre en todo sentido, tanto externa
como interiormente, humillando su orgullo e induciéndolo a no ensalzarse, sino
a estimar a su hermano como algo precioso a la vista de Dios, porque Cristo
pagó un precio infinito por su alma. Cuando se avalúe al hombre como propiedad
de Dios, entonces seremos bondadosos, amigables, y condescendientes con él. NEV 74.2
La religión de Cristo es un
sistema de verdadera cortesía celestial, y conduce a la exhibición práctica de
una habitual ternura de sentimientos, bondad y comportamiento. Quien posea la
bondad, acrecentará esta gracia, adelantando un paso más en la escalera. Cuanto
más suba en la escalera, tanto más de la gracia de Dios se revelará en su vida,
sus sentimientos y sus principios. Está aprendiendo siempre los términos de su
aceptación con Dios; y la única manera para obtener una herencia en los cielos,
es llegar a ser semejantes a Cristo en carácter. Todo el plan de misericordia
debe suavizar lo que es áspero en el temperamento, y refinar cualquier cosa
tosca en el comportamiento. El cambio interno se manifiesta en las acciones
externas. Las gracias del Espíritu de Dios obran, con un poder oculto, en la
transformación del carácter. La religión de Cristo nunca manifestará acciones
ásperas, e incultas, y descorteses. La cortesía es una virtud bíblica. La
virtud de esta gracia del amor fraternal caracterizó la vida de Cristo. Esta
cortesía nunca ha sido manifestada en la tierra como la reveló Jesucristo, y no
podemos desestimar este valor. ... NEV 74.3
El crecimiento de la gracia
consiste en manifestar fervientemente en el exterior lo que Dios realiza en el
interior. Conseguir aquí en la tierra el espíritu que es apreciado en el cielo,
es una señal de gloria futura.—Manuscrito 13, 1884, pp. 10, 11. NEV 74.4
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