La santificación continúa toda la vida, 7 de
marzo
Porque el que santifica y los
que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de
llamarlos hermanos. Hebreos 2:11. RJ 72.1
Cuando meditamos con
arrepentimiento y humilde conciencia en Jesús, a quien traspasaron nuestros
pecados y a quien agobiaron nuestros dolores, podemos aprender a andar en sus
pasos. Contemplándolo nos transformamos a su divina imagen. Y cuando esta obra
se realice en nosotros, no pretenderemos que en nosotros mismos haya justicia,
sino que exaltaremos a Cristo Jesús, mientras permitimos que nuestra alma
indefensa dependa de sus méritos. RJ 72.2
Nuestro Salvador siempre
condenó la justicia propia. Enseñó a sus discípulos que el tipo más elevado de
religión es aquel que se manifiesta de una manera silenciosa y modesta. Les
advirtió que debían realizar sus actos de caridad en forma silenciosa; no para
la ostentación, no para ser alabados u honrados por los hombres, sino para la
gloria de Dios, esperando su recompensa en el más allá. Si realizaban buenas
obras para ser alabados por los hombres, no recibirían ninguna recompensa de
parte de su Padre en los cielos. RJ 72.3
A los seguidores de Cristo se
les enseñó a no orar con el propósito de ser escuchados por los hombres. “Mas
tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que
está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”Mateo 6:6. Expresiones tales como éstas, que
salieron de los labios de Jesús, muestran que El no consideraba con aprobación
ese tipo de piedad tan prevaleciente entre los fariseos. Las enseñanzas que
profiriera sobre el monte muestran que los hechos de benevolencia asumen una
forma noble, y los actos de culto religioso difunden una preciosa fragancia,
cuando se realizan sin pretensiones, con humildad y contrición. El motivo puro
santifica el acto. RJ 72.4
La verdadera santificación es
una completa conformidad con la voluntad de Dios. Los pensamientos y
sentimientos rebeldes son vencidos, y la voz de Jesús despierta una nueva vida,
que impregna el ser entero. Los que están verdaderamente santificados no
presentarán su propia opinión como una norma para medir lo correcto y lo
erróneo... La verdadera santificación es una obra diaria, que continúa por toda
la vida. Los que están luchando con tentaciones cotidianas, venciendo sus
propias tendencias pecaminosas, y buscando la santificación del corazón y la
vida, no realizan ninguna pretensión ostentosa de santidad. Tienen hambre y sed
de justicia. El pecado les parece excesivamente pecaminoso... RJ 72.5
Los que son verdaderamente
justos y con sinceridad aman y temen a Dios, lucen el manto de la justicia de
Cristo tanto en la prosperidad como en la adversidad.—La edificación del carácter, 8-13. RJ 72.6
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