La
gloriosa reunión en el cielo, 7 de marzo
Alzad,
oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el
Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla... El es el Rey de la gloria. Salmos 24:7-10. AFC
72.5
Cristo
vino a la tierra como Dios revestido de humanidad. Ascendió a los cielos como
el Rey de los santos. Su ascensión fue digna de su elevado carácter. Fue como
quien es poderoso en batalla, un vencedor, que llevó cautiva a la
cautividad. Fue escoltado por la hueste celestial, entre exclamaciones y
aclamaciones de alabanza y cánticos celestiales... Todo el cielo se unió en su
recepción.—Manuscrito 134, 1897. AFC
72.6
Durante
la ascensión de Jesús, el hecho más precioso para los discípulos fue que él
ascendió al cielo en la forma tangible de su divino Maestro... El último
recuerdo que habían de tener los discípulos de su Señor fue como el Amigo que
simpatizaba, el Redentor glorificado... La brillantez de la escolta celestial y
la apertura de las puertas gloriosas de Dios para darle la bienvenida no habían
de ser discernidas por ojos mortales. AFC 73.1
Si
se hubiera revelado a los discípulos con toda su inexpresable gloria el camino
de Cristo al cielo, no podrían haber soportado esa visión. Si hubieran
contemplado a las miríadas de ángeles y oído las exclamaciones triunfales de
las murallas almenadas del cielo, a medida que se alzaban las puertas eternas,
habría sido tan grande el contraste entre la gloria y sus propias vidas en un
mundo de pruebas, que les hubiera sido difícil poder retomar la carga de sus
vidas terrenales, y estar preparados para ejecutar con valor y fidelidad la
comisión que les dio el Salvador... AFC 73.2
Era
mejor que la relación terrenal de los discípulos con su Salvador terminara en
la forma solemne, tranquila y sublime en que terminó. La ascensión visible de
Cristo estaba en armonía con la humildad y modestia de su vida.—The Spirit of Prophecy 3:254, 255. AFC 73.3
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