La sangre de Cristo fue derramada para perdonar
nuestros pecados, 4 de marzo
Por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Romanos 3:23, 24. RJ 69.1
Necesitamos a Jesús cada
momento. Permitir que su amor se escape de nuestros corazones significa mucho.
Por esto El mismo dice: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. Apocalipsis 2:4. RJ 69.2
La religión de muchos es como
un témpano, heladamente fría. Los corazones de no pocos están todavía sin
ablandarse, sin someterse. No pueden afectar a los corazones de los demás
porque sus propios corazones no están cargados con el bendito amor que fluye
del corazón de Cristo... RJ 69.3
La religión genuina se basa en
una creencia en las Escrituras. Ha de creerse la Palabra de Dios sin albergar
dudas. Ninguna parte de ella ha de ser eliminada o modificada para ajustarse a
ciertas teorías. Los hombres no han de exaltar la sabiduría humana al enjuiciar
la Palabra de Dios. La Biblia fue escrita por hombres santos de la antigüedad
inspirados por el Espíritu Santo; y este Libro contiene todo lo que sabemos con
seguridad acerca de Dios y de Cristo, y todo lo que podemos esperar saber, a
menos que como Pablo, seamos transportados al tercer cielo... Esta revelación
no corrompió la humildad del apóstol. RJ 69.4
La vida del cristiano es
regulada por la Palabra de Dios tal como está escrita. Todas las verdades del
Antiguo y del Nuevo Testamentos forman un todo completo. Hemos de acariciar,
creer y obedecer estas verdades. Para el verdadero discípulo, la fe en Dios es
un principio vivo y activo; “porque con el corazón se cree para justicia, pero
con la boca se confiesa para salvación”. Romanos 10:10. Por la fe el hombre cree que
recibe la justicia de Cristo. RJ 69.5
La fe, en sí misma, es un acto
de la mente. Jesús mismo es el autor y consumador de nuestra fe. El dio su vida
por nosotros, y su sangre habla en nuestro favor cosas mejores que las que
habló la sangre de Abel, que clamaba a Dios contra Caín, el homicida. La sangre
de Cristo fue derramada para perdonar nuestros pecados. RJ 69.6
Muchos cometen el error de
tratar de definir con precisión las sutiles distinciones entre justificación y
santificación. A menudo introducen en estas definiciones sus propias ideas y
especulaciones. ¿Por qué tratar de ser más minuciosos que la Inspiración en el
tema vital de la justificación por la fe?—Manuscrito 21, de 1891. RJ 69.7
Los que están unidos a Cristo
mediante el ejercicio diario, a cada hora, de la fe que obra por amor y purifica
el alma, reciben el perdón de sus pecados, y son santificados para vida eterna.—Manuscrito 12a, de 1901. RJ 69.8
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