El espíritu
estaba en Cristo desde su juventud, 4 de marzo
Cuando tuvo doce años, subieron
a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Lucas 2:42. EJ 71.1
A la edad de doce años el
Espíritu Santo moraba en Jesús y el Señor ya sentía parte del peso de la misión
por la cual había venido a nuestro mundo. Su alma fue movida a la acción. Como
alguien que deseaba aprender, hacía preguntas de carácter nada ordinario,
mediante las cuales arrojaba luz entre quienes lo escuchaban, y los conducía a una
comprensión de las profecías y de la verdadera misión y tarea del Mesías, que
ya comenzaba a experimentar. EJ 71.2
El pueblo judío acariciaba
ideas equivocadas. Para cuando el Mesías apareciera, esperaban la realización
de cosas grandes y extraordinarias esperanzados en su propia exaltación
personal sobre las demás naciones de la tierra. Buscaban la gloria que
acompañará a la segunda venida de Cristo, a la vez que pasaban por alto la
humillación que debía acompañar su primer advenimiento. EJ 71.3
Pero en sus preguntas acerca de
las profecías de Isaías que apuntaban hacia su primera venida, Jesús arrojaba
luz sobre las mentes de las personas que se mostraban dispuestas a recibir la
verdad. El mismo les había dado profecías antes de su encarnación en la humanidad,
y a medida que el Espíritu Santo traía estas cosas a su mente, y lo
impresionaba acerca de la gran obra que debía realizar, impartía luz y
conocimiento a los que lo rodeaban. EJ 71.4
Aunque crecía en conocimiento y
la gracia de Dios estaba con él, no se enorgulleció ni sintió que estaba por
encima de la realización del deber más humilde. Llevó su parte de la carga,
junto con su padre, su madre y sus hermanos... A pesar de que su sabiduría
había asombrado a los doctores, se sometió humildemente a la tutela de sus
guardianes humanos. Soportó lo que le correspondía de las cargas familiares y
trabajó con sus propias manos como lo habría hecho cualquier trabajador. De
Jesús se dijo que a medida que avanzaba en años “crecía en sabiduría, en
estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”. EJ 71.5
El conocimiento que adquiría
diariamente acerca de su misión maravillosa no lo descalificaba para la
realización de los deberes más humildes. Realizaba alegremente el trabajo que
le corresponde a los jóvenes que viven en hogares humildes presionados por la
pobreza. Comprendía las tentaciones de los niños, porque tuvo que soportar sus
tristezas y pruebas. Su propósito de hacer el bien fue firme y constante.
Aunque fue inducido hacia el mal, rehusó apartarse una sola vez de la verdad y
la rectitud más estrictas. Mantuvo una obediencia filial perfecta; pero su vida
inmaculada suscitó la envidia y los celos de sus hermanos. Su niñez y juventud
fueron cualquier cosa menos fáciles y alegres. Sus hermanos no creían en él y
se irritaban porque no actuaba como ellos en todas las cosas ni se transformaba
en uno de ellos en la práctica del mal. En su vida hogareña fue alegre, pero
nunca ruidoso. Siempre mantuvo la actitud de quien estaba dispuesto a aprender.
Se deleitaba en el estudio de la naturaleza, y Dios fue su maestro.—The Signs of the
Times, 30 de julio de 1896. EJ 71.6
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