El
misterio de la piedad, 16 de marzo
El
que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por t odos nosotros,
¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Romanos 8:32. AFC
81.3
Antes
de que fuera conferido este admirable e incomparable don, todo el universo
celestial estaba profundamente conmovido por el esfuerzo de comprender el
insondable amor de Dios, conmovido por despertar en el corazón humano una
gratitud proporcional al valor de ese don. Nosotros, por quienes Cristo ha
dado su vida, ¿vacilaremos entre dos opiniones? ¿Le daremos a Dios tan solo una
pizca de nuestras facultades naturales? ¿Le devolveremos tan solo una parte de
las capacidades y facultades que nos ha prestado Dios? ¿Podemos hacer esto al
paso que sabemos que Aquel que era el Comandante de todo el cielo...
comprendiendo la impotencia de los hombres, vino a esta tierra revestido de
naturaleza humana, para que pudiéramos unir nuestra humanidad con su divinidad? AFC
81.4
Se
hizo pobre para que pudiéramos entrar en posesión de los tesoros celestiales,
un alto y sobremanera eterno peso de gloria. Para rescatar a la raza humana,
descendió de una humillación a otra, hasta que el divino humano Cristo doliente
fue levantado en la cruz para atraer a todos los hombres a sí. El Hijo de Dios
no podría haber mostrado mayor condescendencia: no podría haberse rebajado más. AFC
82.1
Este
es el misterio de la piedad... Este es el misterio que ha conmovido a todo el
cielo a unirse con el hombre para llevar a cabo el gran plan de Dios para la
salvación de un mundo arruinado, para que los hombres y las mujeres pudieran
ser guiados por las señales en el cielo y en la tierra a prepararse para la
segunda venida de nuestro Señor... AFC 82.2
Como
Cabeza de la iglesia, Cristo llama con autoridad a cada persona que dice creer
en él para que siga su ejemplo de abnegación y sacrificio propio... Son
llamados para congregarse sin demora bajo el estandarte manchado de sangre de
Cristo Jesús.—Manuscrito 62, 1902. AFC
82.3
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