Conforme a la voluntad de Dios, 16 de marzo
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna
cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en
cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos
hecho. 1 Juan 5:14, 15. ELC 84.1
Cuando oráis por bendiciones temporales, recordad que el Señor
puede ver que no es para vuestro bien o para su gloria el daros exactamente lo
que pedís. Pero él contestará vuestra oración dándoos exactamente lo que es
mejor para vosotros. ELC 84.2
Cuando Pablo oró para que fuese quitada la espina de su carne, el
Señor contestó su oración, no quitándole la espina, sino dándole gracia para
soportar la prueba. “Bástate mi gracia”, le dijo. Pablo se gozó por esta
respuesta a su oración declarando: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más
bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. 2 Corintios 12:9. Cuando los enfermos oran por
el restablecimiento de su salud, el Señor no siempre contesta sus oraciones en
la forma exacta que ellos quisieran. Pero aunque no sean sanados
inmediatamente, él les dará lo que es de mucho mayor valor: la gracia para
soportar su enfermedad.—The Signs of the Times, 18 de noviembre de 1903. ELC 84.3
Haced vuestras peticiones a vuestro Hacedor. Nunca es rechazado
nadie que acuda a él con corazón contrito. Ninguna oración sincera se pierde.
En medio de las antífonas del coro celestial, Dios oye los clamores del más
débil de los seres humanos. Derramamos los deseos de nuestro corazón en nuestra
cámara secreta, expresamos una oración mientras andamos por el camino, y
nuestras palabras llegan al trono del Monarca del universo. Pueden ser
inaudibles para todo oído humano, pero no morirán en el silencio, ni serán
olvidadas a causa de las actividades y ocupaciones que se efectúan. Nada puede
ahogar el deseo del alma. Este se eleva por encima del ruido de la calle, por
encima de la confusión de la multitud, y llega a las cortes del cielo. Es a Dios
a quien hablamos, y nuestra oración es escuchada. ELC 84.4
Vosotros los que os sentís los más indignos, no temáis encomendar
vuestro caso a Dios.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 159, 160.
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