Dolor con esperanza, 16 de marzo
Tampoco
queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os
entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 1 Tesalonicenses 4:13. DNC 84.1
A los atribulados quiero decirles: consolaos en la esperanza de la
mañana de la resurrección. Las aguas que habéis bebido son tan amargas a
vuestro paladar como eran las aguas de Mara para los hijos de Israel cuando
viajaban por el desierto, pero Jesús puede endulzarlas con su amor... DNC 84.2
Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay bálsamo en
Galaad, hay un Médico allá. ¿No estudiaréis como nunca antes las Escrituras?
Buscad al Señor pidiéndole sabiduría en cada emergencia. En cada prueba rogad a
Jesús que os muestre un camino a través de vuestras dificultades; entonces
vuestros ojos serán abiertos para ver el remedio y para aplicar en vuestro caso
las promesas sanadoras que se registran en su Palabra. De este modo el enemigo
no podrá conduciros al desaliento y la incredulidad; en cambio tendréis fe,
esperanza y valor en el Señor. El Espíritu Santo os dará claro discernimiento
para ver y apropiaros de cada bendición que obrará como un antídoto para el
dolor, como una rama sanadora para cada sorbo amargo que es acercado a vuestros
labios. Cada sorbo amargo se mezclará con el amor de Jesús y en vez de
lamentaros con amargura comprenderéis que el amor y la gracia de Jesús están de
tal manera mezclados con el dolor que éste se ha transformado en gozo santificado,
sumiso y glorioso... DNC 84.3
Cuando nuestro hijo mayor Enrique estaba a las puertas de la
muerte, dijo: “El lecho de dolor es un lugar precioso cuando contamos con la
presencia de Jesús”. Cuando nos vemos obligados a beber de las aguas amargas,
apartémonos de lo amargo y contemplemos lo precioso y brillante. Cuando el alma
humana está sometida a pruebas, la gracia puede proporcionarle seguridad, y
cuando estamos junto al lecho de muerte y vemos cómo el cristiano puede
soportar el sufrimiento y pasar por el valle de muerte, reunimos fuerza y valor
para trabajar, y no flaqueamos ni nos desanimamos en la tarea de conducir las
almas a Jesús.*
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