La promesa del nuevo pacto, 23 de febrero
Este es el pacto que haré con
ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus
corazones, y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus
pecados y transgresiones. Hebreos 10:16, 17. RJ 60.1
Fue el Creador de los hombres,
el Dador de la ley, quien declaró que no albergaba el propósito de anular sus
preceptos. Todo en la naturaleza, desde la diminuta partícula que baila en un
rayo de sol hasta los astros en los cielos, está sometido a leyes. De la
obediencia a estas leyes dependen el orden y la armonía del mundo natural. Es
decir que grandes principios de justicia gobiernan la vida de todos los seres
inteligentes, y de la conformidad a estos principios depende el bienestar del
universo. Antes que se creara la tierra existía la ley de Dios. Los ángeles se
rigen por sus principios y, para que este mundo esté en armonía con el cielo,
el hombre también debe obedecer los estatutos divinos. Cristo dio a conocer al
hombre en el Edén los preceptos de la ley, “cuando alababan todas las estrellas
del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios”. Job 38:7. La misión de Cristo en la tierra no
fue abrogar la ley, sino hacer volver a los hombres por su gracia a la
obediencia de sus preceptos. RJ 60.2
El discípulo amado, que escuchó
las palabras de Jesús en el monte, al escribir mucho tiempo después, bajo la
inspiración del Espíritu Santo, se refirió a la ley como a una norma de
vigencia perpetua. Dice que “el pecado es infracción de la ley”, y que “todo
aquel que comete pecado, infringe también la ley”. 1 Juan 3:4. Expresa claramente que la ley a la
cual se refiere es “el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el
principio”. 1 Juan 2:7. Habla de la ley que existía en la
creación y que se reiteró en el Sinaí... RJ 60.3
Debía enseñar la espiritualidad
de la ley, presentar sus principios de vasto alcance y explicar claramente su
vigencia perpetua. La belleza divina del carácter de Cristo, de quien los
hombres más nobles y más amables son tan sólo un pálido reflejo; de quien
escribió Salomón, por el Espíritu de inspiración, que es el “señalado entre
diez mil... y todo él codiciable” (Cantares 5:10, 16); de quien David, viéndolo
en visión profética, dijo: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres” Salmos 45:2; Jesús, la imagen de la persona
del Padre, el esplendor de su gloria; el que fue abnegado Redentor en toda su
peregrinación de amor en el mundo, era una representación viva del carácter de
la ley de Dios. En su vida se manifestó el hecho de que el amor nacido en el
cielo, los principios fundamentales de Cristo, sirven de base a las leyes de
rectitud eterna... RJ 60.4
Estos principios que se
comunicaron a los hombres en el paraíso como la ley suprema de la vida
existirán sin sombra de cambio en el paraíso restaurado.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 45-47. RJ 60.5
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