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El ejemplo de Enoc


El ejemplo de Enoc: un desafío presente, 7 de febrero

“Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. 2 Pedro 1:4. CT 46.1
No fue más fácil para Enoc vivir una vida recta en sus días, que para nosotros vivirla en el momento presente. El mundo de su tiempo no era más favorable al crecimiento en la gracia y la santidad que el actual. Por medio de la oración y la comunión con Dios Enoc escapó de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. Y fue su devoción por Dios que lo capacitó para la traslación. CT 46.2
Vivimos en medio de los peligros de los últimos días, y debemos recibir nuestra fortaleza de la misma fuente, debemos caminar con Dios. Se requiere de nosotros que nos separemos del mundo. No podemos permanecer libres de su contaminación a menos que sigamos el ejemplo del fiel Enoc y caminemos con Dios. Pero cuántos son esclavos de la concupiscencia de la carne, de los deseos de los ojos y la soberbia de la vida. Esta es la razón porque no son partícipes de la naturaleza divina y no escapan de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. Estos sirven y honran al yo. La preocupación constante que tienen es: ¿qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿cómo nos vestiremos? CT 46.3
Muchos hablan de sacrificio, pero desconocen lo que significa. No han probado ni el primer sorbo. Hablan de la cruz de Cristo, profesan la fe, pero no tienen experiencia en la abnegación, en tomar la cruz e ir en pos de su Señor. CT 46.4
Si fuesen partícipes de la naturaleza divina, el mismo espíritu que mora en el Señor estaría en ellos. La misma ternura, el mismo amor, la misma piedad y compasión se manifestarían en sus vidas. Entonces, no esperarían que el necesitado y el desdichado acudieran a ellos buscando ayuda para sus aflicciones. Ayudar y ministrar al necesitado sería algo tan natural para ellos como fue para Cristo el hacer el bien. CT 46.5
Cada hombre, mujer y joven que profesen la fe de Cristo, debieran comprender la responsabilidad que descansa en ellos. Todos debiéramos sentir que ésta es una obra y una guerra individual, una prédica personal de Cristo, puesta en práctica cada día. Si cada uno llegase a comprender esto y a ponerlo en práctica, seríamos tan poderosos como un ejército con sus estandartes. La paloma celestial se suspendería sobre nosotros. El Sol de Justicia resplandecería en nuestras vidas y la luz de la gloria de Dios permanecería en nosotros como sobre el devoto Enoc.—Manuscrito 1, 1869. CT 46.6

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