Para crecer, estudiar la palabra, 7 de abril
Toda la Escritura es inspirada
por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16, 17. SSJ 104.1
El que enseña la verdad debe
avanzar en conocimiento, creciendo en la gracia y en la experiencia cristiana,
cultivando hábitos y prácticas que honren a Dios y a su Palabra. Debe mostrarle
a otros cómo hacer una aplicación práctica de la Palabra. Cada adelanto que
hagamos en la habilidad santificada, en estudios variados, nos ayudará a
entender la Palabra de Dios; y el estudio de las Escrituras nos ayuda en el
estudio de otras ramas esenciales en educación SSJ 104.2
Después del primer conocimiento
de la Biblia, crece rápidamente el interés de los investigadores fervorosos. La
disciplina que se gana por causa de un estudio regular de la Palabra de Dios
los capacita para ver una frescura y una belleza en la verdad que nunca antes
habían notado. Para un estudiante de la Biblia, cuando habla, llega a ser
natural y fácil el hacer referencia a textos bíblicos. SSJ 104.3
Por encima de todo es esencial
que los maestros de la Palabra de Dios busquen de la manera más ferviente poseer
las evidencias internas de las Escrituras. Los que sean bendecidos con esta
evidencia deben escudriñar las Escrituras por sí mismos. A medida que aprendan
las lecciones dadas por Cristo y comparen escritura con escritura, para ver si
llevan sus credenciales, obtendrán un conocimiento de la Palabra de Dios y la
verdad se grabará en su alma. SSJ 104.4
La verdad es la verdad. No es
para que sea envuelta en bellos adornos para que se admire su apariencia
exterior. El maestro debe hacer que la verdad sea clara y eficaz para el
entendimiento y la conciencia. La Palabra es una espada de dos filos que corta
por ambos lados. No pisa con pies calzados con zapatos suaves. SSJ 104.5
Hay muchos casos de hombres que
han defendido el cristianismo contra los escépticos, pero que después perdieron
su propia alma en los laberintos del escepticismo. Respiraron los miasmas de la
incredulidad y murieron espiritualmente. Tenían poderosos argumentos en favor
de la verdad y de muchas evidencias externas, pero no tenían una fe permanente
en Cristo. ¡Oh, hay miles y miles de aparentes cristianos que nunca estudian la
Biblia! Estudien la sagrada Palabra con oración para beneficio de su propia
alma. Cuando escuchen la palabra del predicador viviente, si él tiene una
relación viva con Dios, encontrarán que concuerdan el Espíritu y la Palabra.—The Review and Herald,
20 de abril de 1897. SSJ 104.6
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