Las consecuencias de endurecer el corazón
contra Dios, 6 de abril
“Y endureció Jehová el corazón
de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de
Israel habían salido con mano poderosa”. Éxodo 14:8. CT 105.1
Cuando la luz de Dios, potente
y convincente, le dio a conocer at gran Yo Soy, Faraón estuvo inclinado a
ceder. Pero apenas se quitó la presión, volvió a manifestar incredulidad y
contraatacó aquella poderosa luz que Dios le había dado. Cuando rechazó la evidencia
del primer milagro, sembró una semilla de infidelidad que, dejada a su curso
natural, habría de producir la cosecha consecuente. Después de esto al rey no
lo convencería la operación de ningún poder divino. El monarca endureció su
corazón y prosiguió, paso tras paso, en su camino de incredulidad, hasta que
por todo el vasto reino de Egipto perecieron los primogénitos, el orgullo de
cada hogar. Después de esto, salió presuroso con su ejército en persecución de
Israel. Procuró traer de vuelta a un pueblo liberado por el brazo de la
Omnipotencia. Pero estaba luchando contra un Poder mayor que cualquier poder
humano, y pereció con sus huestes en las aguas del mar Rojo. CT 105.2
Los que desprecian la ley de
Dios practican el mismo pecado que Faraón. Han endurecido sus corazones. La voz
de Dios es rechazada por teorías humanas, por obra de las insinuaciones y
engaños de Satanás. Se resiste al Espíritu de Dios y se lo pone a un lado. Las
iniquidades de los padres son visitadas en la vida de los hijos... CT 105.3
El Espíritu de Dios mantiene el
mal bajo el dominio de la conciencia. Cuando los hombres se ensalzan por encima
de la influencia del Espíritu, recogen una cosecha de iniquidad... Las
advertencias tienen cada vez menos poder sobre ellos. Gradualmente pierden su
temor de Dios. Siembran para la carne, y cosecharán corrupción. Está madurando
la cosecha de la semilla que ellos mismos han sembrado... Sus corazones de
carne se convierten en corazones de piedra. La resistencia a la verdad los
confirma en la iniquidad... espiritualmente ciegos. Dios proporciona suficiente
luz y evidencias para capacitar al hombre a fin de distinguir entre la verdad y
el error; pero no lo fuerza para que reciba la verdad; lo deja en libertad de
elegir el bien o el mal. Si reciben la evidencia que es suficiente para guiar
su juicio en la dirección correcta, y eligen el mal una vez, lo harán más
fácilmente la segunda vez. La tercera vez se apartarán de Dios aún con mayor
avidez, y elegirán estar del lado de Satanás. Y continuarán en este proceder
hasta que sean confirmados en el mal y crean que es verdad la mentira que han
acariciado.—Manuscrito 126, 1901. CT 105.4
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