Restauración de la imagen divina, 8 de febrero
Y renovaos en el espíritu de
vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad. Efesios 4:23, 24. RP 49.1
En el plan de restaurar la
imagen divina en el hombre, se estableció que el Espíritu Santo, como agente
modelador, actuara en las mentes humanas como si fuera Cristo mismo. Al aceptar
la verdad, el hombre recibe la gracia de Jesús, la que lo induce a consagrar
sus habilidades santificadas a la obra con la cual el Salvador se comprometió.
De este modo, se convierte en un colaborador de Dios y en un agente cuyo
entendimiento brilla con la verdad. Quisiera preguntarle a la iglesia: ¿Ustedes
ya cumplieron con el plan de Dios de esparcir las preciosas joyas del evangelio
para dar a conocer la luz divina? RP 49.2
Al observar la acción de los
profesos seguidores de Dios, ¿qué pensarán sus ángeles cuando ven que la
iglesia de Cristo es tan lenta para dar a conocer la luz de la verdad al mundo
sumido en la oscuridad moral? Las inteligencias celestiales saben que la cruz
es el mayor centro de atracción. Conocen que mediante la cruz el hombre caído
recibe la expiación que restablece la unidad con Dios. Los concilios celestiales
miran a los que profesan haber aceptado a Cristo como Salvador personal, para
certificar si imparten el conocimiento de la salvación a los que permanecen en
tinieblas. Los observan para saber si están dando a conocer el significado de
la dispensación del Espíritu Santo, y cómo es que mediante la obra de este
agente divino, la mente del hombre, manchada y corrupta por el pecado, puede
desencantarse de las mentiras y representaciones de Satanás, para aceptar a
Cristo como Salvador y única esperanza. RP 49.3
Jesús dijo: “Yo os elegí a
vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto
permanezca”. Juan 15:16. Como embajadora de Cristo, imploro
a los que lean estas palabras a que presten atención cuando se los llame. “Si
oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. Hebreos 4:7. Sin vacilar un instante,
pregunten: ¿Pertenezco a Cristo? ¿Qué significa Jesús para mi? ¿Cuál es mi
obra? ¿Cuáles son las características de los frutos que produzco?—The Review and Herald, 12 de febrero de 1895. RP 49.4
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