Dios espera recibir a todos los que se arrepientan, 22 de diciembre
Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios. Ezequiel 11:19, 20. SSJ 363.1
El Señor ha revelado claramente su voluntad con relación a la salvación del pecador. Y la actitud que asumen muchos al expresar dudas e incredulidad en cuanto a si el Señor los salvará, es un reproche acerca del carácter de Dios. Los que se quejan de su severidad, prácticamente están diciendo: “No es recto el camino del Señor”. Pero Dios devuelve inmediatamente la acusación sobre el pecador: “¿No son vuestros caminos torcidos?” Ezequiel 18:25. ¿Puedo perdonar sus iniquidades cuando no se arrepienten ni se convierten de sus pecados?... SSJ 363.2
El Señor recibirá al pecador cuando se arrepienta y abandone sus pecados, de manera que Dios pueda obrar con sus esfuerzos para la perfección del carácter... El único propósito que tuvo Dios al entregar a su Hijo por los pecados del mundo fue que el ser humano pueda ser salvado, no en la transgresión y la iniquidad, sino en el abandono del pecado, lavando las vestiduras de su carácter y emblanqueciéndolas en la sangre del Cordero. Se propone quitar de los pecadores lo ofensivo que él aborrece, pero ellos deben cooperar con Dios en esta obra. El pecado debe ser abandonado, odiado, y debe aceptarse la justicia de Cristo por medio de la fe. De esa manera lo divino cooperará con lo humano. SSJ 363.3
Debemos tener cuidado de no dar lugar a la duda y la incredulidad, y en nuestra actitud de desesperación quejarnos de Dios y desfigurarlo ante el mundo. Si hacemos esto, nos colocamos del lado de Satanás. “Pobres almas”, dice él, “las compadezco, afligiéndose por el pecado; pero Dios no tiene compasión. Anhelan algún rayo de esperanza, pero Dios les deja perecer, y halla satisfacción en su desdicha”. SSJ 363.4
Este es un terrible engaño. No presten oído al tentador, sino digan: “Jesús murió para darme vida. Me ama y no desea que perezca. Tengo un Padre celestial compasivo, y aunque abusé de su amor, aunque he despilfarrado las bendiciones que bondadosamente me ha dado, me levantaré, e iré a mi Padre y le diré: ‘He pecado... ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros’ Lucas 15:18, 19”. SSJ 363.5
La parábola nos dice cómo será recibido el extraviado... Así representa la Biblia la buena voluntad de Dios para recibir al pecador que vuelve arrepentido.—Testimonies for the Church 5:631, 632.
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