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Sabbath School


Comentarios Elena G.W https://ift.tt/BFdmUzv No consideremos la prueba como algo extraño, sino como el medio por el cual somos purificados y fortalecidos. “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”, Santiago amonesta, “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. Santiago 1:2, 3. En la vida futura comprenderemos las cosas que aquí nos dejaron grandemente perplejos. Nos daremos cuenta de qué poderoso ayudador tuvimos y cómo los ángeles de Dios fueron comisionados para guardarnos a medida que seguíamos el consejo de la Palabra de Dios. A todos aquellos que lo reciben, Cristo les dará poder para llegar a ser hijos de Dios. Él es una ayuda presente en todo tiempo de necesidad. Avergoncémonos de nuestra fe vacilante. Aquellos que son vencidos solo pueden culparse a sí mismos por su fracaso al resistir al enemigo. Todos los que deseen pueden venir a Cristo y encontrar la ayuda que necesitan (In Heavenly Places, p. 257; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 259). “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay alguna virtud, si alguna alabanza, en esto pensad”. Filipenses 4:8. Esto requerirá ferviente oración y vigilancia incesante. Habrá de ayudarnos la influencia permanente del Espíritu Santo, que atraerá la mente hacia arriba y la habituará a pensar solo en cosas santas y puras. Debemos estudiar diligentemente la Palabra de Dios. “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”, dice el salmista y añade: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. Salmo 119:9, 11 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 492). Los agentes del Señor deben tener un celo santificado y completamente regido por él. Los tiempos tormentosos nos sobrecogerán bastante pronto, y no debemos seguir una conducta impropia que apresure su llegada. Vendrá una tribulación de un carácter tal que impulsará hacia Dios a todos los que deseen ser suyos y solamente suyos. Hasta que seamos probados en el horno de fuego no nos conoceremos a nosotros mismos, y no es propio que midamos el carácter de los demás ni condenemos a aquellos que no han recibido todavía la luz del mensaje del tercer ángel. Si deseamos que los hombres se convenzan de que la verdad que creemos santifica el alma y transforma el carácter, no los abrumemos constantemente con acusaciones vehementes. Con ello tan solo lograríamos imponerles la conclusión de que la doctrina que profesamos no puede ser la cristiana, ya que no nos hace bondadosos ni corteses. El cristianismo no se manifiesta por acusaciones pugilísticas y condenatorias… Una de las mayores maldiciones de nuestro mundo (que se ve en las iglesias y por doquiera) es el amor a la supremacía. Los hombres se dejan absorber por la búsqueda del poder y de la popularidad. Para nuestro agravio y vergüenza, este espíritu se ha manifestado en las filas de los observadores del sábado. Pero el éxito espiritual es solamente para los que han adquirido mansedumbre y humildad en la escuela de Cristo (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 396, 397).

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