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Dios nos Cuida


Una puerta abierta, 3 de julio https://ift.tt/hiumk5X Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Hebreos 11:5. Cuando aprendamos a andar por fe y no por sentimientos, recibiremos ayuda de Dios precisamente cuando la necesitemos, y su paz entrará a nuestro corazón. Tal fue la vida sencilla de obediencia y confianza que Enoc vivió. Si aprendemos esta lección de sencilla confianza, será nuestro el testimonio que él recibió: que agradó a Dios. Debéis agradar a Dios en todos los aspectos de la formación de vuestro carácter. Podéis hacerlo, pues Enoc agradó al Señor aunque vivía en una época degenerada. Y en nuestros días también hay Enocs. Durante trescientos años Enoc había estado buscando la pureza de corazón, a fin de estar en armonía con el cielo. Durante tres siglos había andado con Dios. Día tras día había anhelado una unión más íntima; la comunión se había vuelto más y más cercana, hasta que Dios lo tomó a sí mismo. El había estado en los umbrales del mundo eterno, había mediado tan sólo un paso entre él y la tierra de los bienaventurados; y ahora se abrieron los portales; el andar con Dios, practicado por tanto tiempo en la tierra, continuó, y él pasó por las puertas de la santa ciudad: el primer hombre en entrar allí. Teniendo la Palabra de Dios en la mano, todo ser humano, cualquiera sea su suerte en la vida, puede gozar del compañerismo que escoja. Por medio de sus páginas puede tener comunión con lo mejor y más noble de la especie humana, y escuchar la voz del Eterno que habla con los hombres... Puede morar en esta tierra en la atmósfera del cielo, e impartir a los afligidos y tentados de la tierra pensamientos de esperanza y anhelos de santidad... como aquel que antaño anduvo con Dios, acercándose cada vez más al umbral del mundo eterno, hasta que los portales se abran y pueda entrar. No se sentirá como un extraño. Lo saludarán las voces de los santos que, invisibles, eran sus compañeros en la tierra, voces que él aprendió a distinguir y amar aquí. El que por medio de la Palabra de Dios ha vivido en compañerismo con el cielo, se sentirá como en su casa en medio de la compañía celestial.

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