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Cada Día con Dios


Herencia gloriosa, 20 de junio https://ift.tt/6SfAmzy Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza... Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya. Salmos 150:1, 2, 6. Ayer a las diez llegamos a este lugar: East Portland, Oregón. Al salir de Walla Walla el martes de mañana, los vehículos se detuvieron veinte minutos en Multnomah Falls, como generalmente lo hacen. Casi todos los abandonaron para ascender la montaña a fin de disfrutar de una vista de este paisaje maravillosamente bello y grandioso... Habían colocado peldaños de madera en el sendero; después éste ascendía zigzageando, y al final había más peldaños todavía. Esto se repitió muchas veces hasta que llegamos a un rústico puente que nos permitía trasponer un pequeño abismo sobre la primera cascada. La cascada mayor está por encima de ésta y se llama el Velo de la Novia. El punto desde el cual se despeña el agua está a unos 300 metros de altura. El agua que desciende se estrella contra las rocas sobresalientes y se disemina en forma de una hermosa niebla. Es una vista encantadora. Me hubiera gustado pasar el día entero en este lugar rodeado de tan hermosos paisajes. Pero estamos agradecidos por los pocos momentos que pudimos contemplar este paisaje tan bello y grandioso, a pesar de que tuvimos que hacer un difícil escalamiento para verlo desde el puente construído con este propósito... Me vinieron a la mente las palabras del salmista cuando invita a todo lo que tiene aliento que alabe al Señor, para que la creación animada e inanimada se una en un coro de alabanza y gratitud a Dios. Su invitación a las cosas insensibles e irracionales es la reprensión más fuerte que se pueda dar a los que han sido bendecidos con el don de la inteligencia, si sus almas no se conmueven ante la majestad y la gloria de Dios, y sus labios no las proclaman. “Alabadle, sol y luna; alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas... Alabad a Jehová desde la tierra, los monstruos marinos y todos los abismos; el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra”. Salmos 148:3-8. Todos estos instrumentos de Dios en la naturaleza reciben la intimación de ofrendar su tributo de alabanza al Altísimo. Y, ¿quién entre las criaturas de Dios guardará silencio cuando cada estrella en su órbita, cada brisa que acaricia la tierra, y cada nube que oscurece le firmamento, cada lluvia pasajera y cada rayo de sol tributan alabanzas al Dios que reina en los cielos?—Manuscrito 9, del 20 de junio de 1884, “Visita a Multnomah Falls”.

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