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Comentarios Elena G.W https://ift.tt/NOhFlA4 José estaba satisfecho. Había probado a sus hermanos, y había observado los frutos del verdadero arrepentimiento de sus pecados, y estaba tan profundamente conmovido que ya no pudo esconder sus sentimientos, y pidió que lo dejaran solo con sus hermanos. Entonces le dio rienda suelta a sus sentimientos reprimidos durante tanto tiempo y lloró en alta voz… Sus hermanos no pudieron contestarle por su asombro. Ellos no podían creer que el gobernador de Egipto era su hermano José a quien ellos habían envidiado, y que hubieran matado, pero a quien se habían conformado con vender como esclavo. Todo su maltrato hacia su hermano pasó penosamente por sus mentes, y especialmente sus sueños, que habían despreciado y se habían esforzado para evitar su cumplimiento… Mientras José vio la confusión de sus hermanos, les dijo, “Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto”. Con nobleza procuró que la ocasión fuera tan fácil como fuera para sus hermanos. No tenía ningún deseo de aumentar su vergüenza con censuras. Sintió que ya habían sufrido suficiente por su trato cruel para con él, y se esforzó por consolarlos. Les dijo: “Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros… Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto (Spiritual Gifts, t. 3, p. 165). Estudiad la historia de José y de Daniel. El Señor no impidió las intrigas de los hombres que procuraban hacerles daño; pero hizo redundar todos aquellos ardides en beneficio de sus siervos que en medio de la prueba y del conflicto conservaron su fe y lealtad. Mientras permanezcamos en el mundo, tendremos que arrostrar influencias adversas. Habrá provocaciones que probarán nuestro temple, y si las arrostramos con buen espíritu desarrollaremos las virtudes cristianas. Si Cristo vive en nosotros, seremos sufridos, bondadosos y prudentes, alegres en medio de los enojos e irritaciones. Día tras día y año tras año iremos venciéndonos, hasta llegar al noble heroísmo. Esta es la tarea que se nos ha señalado; pero no se puede llevar a cabo sin la ayuda de Jesús, sin ánimo resuelto, sin propósito firme, sin continua vigilancia y oración. Cada cual tiene su propia lucha. Ni siquiera Dios puede ennoblecer nuestro carácter ni hacer útiles nuestras vidas a menos que lleguemos a ser sus colaboradores. Los que huyen del combate pierden la fuerza y el gozo de la victoria (El ministerio de curación, pp. 387, 388). Somos inducidos a simpatizar con Cristo mediante la comunión con sus padecimientos. Cada acto de sacrificio personal en favor de los demás robustece el espíritu de beneficencia en el corazón del dador y lo une más estrechamente con el Redentor del mundo… Si trabajáis como Cristo quiere que sus discípulos trabajen y ganen almas para él, sentiréis la necesidad de una experiencia más profunda y de un conocimiento más amplio de las cosas divinas, y tendréis hambre y sed de justicia. Intercederéis con Dios y vuestra fe se robustecerá; vuestra alma beberá en abundancia de la fuente de salvación. El encontrar oposición y pruebas os llevará a leer la Escritura y a orar. Creceréis en la gracia y en el conocimiento de Cristo y adquiriréis una rica experiencia (El camino a Cristo, p. 79, 80).

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