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Prueba y perfección


Prueba y perfección, 22 de marzo

Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. 1 Pedro 4:11. CDCD 88.1
Todas las diversas facultades que los hombres poseen, cuerpo, alma y espíritu, se las da Dios para que puedan ser educadas y disciplinadas, y logren alcanzar el más alto grado posible de excelencia. El instrumento humano debe cooperar con el propósito divino, y al hacerlo el hombre llega a ser colaborador de Dios. Toda facultad, todo atributo que el Señor nos ha dado, debe ser empleado para glorificar su nombre. Debemos cooperar con el Maestro para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre, y al llevar el yugo de Cristo, al aprender diariamente la mansedumbre y la humildad de Jesús, él nos puede usar de manera que seamos una bendición para nuestros semejantes. CDCD 88.2
Al ser enseñado el hombre primeramente por Cristo, y al guardar después su mente y su alma, ello cumplirá un propósito santo, puesto que elevará sus pensamientos hacia lo puro y lo que ennoblece, y despertará devoción y gratitud en el alma de sus semejantes por medio de sus palabras y su ejemplo. Al actuar de este modo será colaborador de Dios. No empleará los dones que se le han confiado para exaltarse a sí mismo o para buscar la alabanza de los hombres, sino para exaltar a Dios, para inspirar las mentes, no para meditar en la gloria que van a alcanzar, sino en cómo pueden ser una bendición para sus semejantes e instrumentos eficaces para inducir a las almas a contemplar las cosas divinas. Debe enseñar a otros, por precepto y ejemplo, a caminar en las pisadas de Cristo. Entonces su propia mente estará equilibrada, y sus talentos serán considerados dones de Dios para ser empleados en su gran plan, con el fin de ayudar en todo lo posible. Al actuar en armonía con el gran plan de Dios, encontrará el lugar que el Señor le ha señalado. Logrará la perfección del carácter de Cristo mediante la gracia que Dios le dé. Debido a que la gracia de Dios lo eleva, está preparado, gracias a la transformación de su propio carácter, para elevar por precepto y ejemplo a sus semejantes... CDCD 88.3
Esta vida de prueba se le concede a los hombres para que logren la perfección que ha de constituir el carácter de todos los salvados. La ley de Dios es un reflejo de su carácter.—Carta 46, del 22 de mayo de 1900, dirigida a Daniel Steed, un creyente australiano. CDCD 88.4

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