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La Maravillosa Gracia de Dios


Para los que buscan, 28 de julio https://ift.tt/pcJAmDs Yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo. Levítico 11:44. La gloria de Dios consiste en otorgar su poder a sus hijos. Desea ver a los hombres alcanzar la más alta norma: y serán hechos perfectos en él cuando por fe echen mano del poder de Cristo, cuando recurran a sus infalibles promesas reclamando su cumplimiento, cuando con una importunidad que no admita rechazamiento, busquen el poder del Espíritu Santo... Ante los creyentes se presenta la maravillosa posibilidad de llegar a ser semejantes a Cristo, obedientes a todos los principios de la ley de Dios. Pero por sí mismo el hombre es absolutamente incapaz de alcanzar esas condiciones. La santidad, que según la Palabra de Dios debe poseer antes de poder ser salvo, es el resultado del trabajo de la gracia divina sobre el que se somete en obediencia a la disciplina y a las influencias refrendadoras del Espíritu de verdad. La obediencia del hombre puede ser hecha perfecta únicamente por el incienso de la justicia de Cristo, que llena con fragancia divina cada acto de acatamiento. La parte que le toca a cada cristiano es perseverar en la lucha por vencer cada falta. Constantemente debe orar al Salvador para que sane las dolencias de su alma enferma por el pecado. El hombre no tiene la sabiduría y la fuerza para vencer; ellas vienen del Señor, y él las confiere a los que en humillación y contrición buscan su ayuda.—Los Hechos de los Apóstoles, 423, 424. El Espíritu Santo será dado a los que buscan su poder y gracia y ayudará nuestras flaquezas cuando tengamos una audiencia con Dios. El cielo está abierto a nuestras peticiones y se nos invita a ir “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:16. Debemos ir con fe, creyendo que obtendremos exactamente las cosas que le pedimos.—En Lugares Celestiales, 82. Si en vuestra alma sentís necesidad, si tenéis hambre y sed de justicia, es indicación de que Cristo influyó en vuestro corazón para que le pidáis que haga por intermedio del Espíritu Santo lo que os es imposible.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 24. Si vaciamos el alma del yo, él suplirá todas nuestras necesidades.—Testimonies for the Church 7:213.

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