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A Fin de Conocerle


El huerto de Dios, 26 de julio https://ift.tt/hlcDFeC Porque toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre. 1 Pedro 1:24, 25. Si nuestra mente está abierta a las impresiones del Espíritu de Dios, podemos aprender lecciones de las cosas sencillas y hermosas de la naturaleza. Me siento oprimida en las atestadas ciudades, en las que el ojo no puede ver otra cosa sino casas. Las flores son maestros constantes. Los arbustos y las flores se apoderan de los elementos de la tierra y el aire para producir hermosos retoños y flores para nuestra felicidad; pero son predicadores de Dios, y debemos considerar las lecciones que nos enseñan. Así es como Dios nos ha dado las preciosas promesas en su Palabra. Las Escrituras están abiertas para nosotros como el huerto de Dios, y sus promesas son flores fragantes que crecen en todo ese huerto. Dios nos llama especialmente la atención a las que son apropiadas para nosotros. En estas promesas podemos discernir el carácter de Dios, y leer su amor por nosotros. Son el terreno sobre el cual descansa nuestra fe, el sostén y fortaleza de nuestra fe y esperanza. Y mediante ellas nuestra alma debe deleitarse en Dios y respirar en la fragancia del cielo. Mediante las preciosas promesas descorre el velo del futuro y nos da atisbos de las cosas que ha preparado para los que le aman. No deberíamos considerarlas con descuido o indiferencia, sino que así como examinamos las preciosas flores, ... que deleitan nuestros sentidos con su hermosura y fragancia, también deberíamos tomar las promesas de Dios, una a una, y examinarlas estrechamente por todos lados, para apoderarnos de su riqueza y ser aliviados, consolados y fortalecidos por ellas. Dios ha provisto para todos el consuelo que el alma necesita.—The Review and Herald, 11 de octubre de 1887.

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