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Exaltad a Jesús


Era todo lo que decía ser, 25 de junio https://ift.tt/x4SAFRv El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Juan 14:12. Después de la ascensión del Señor, los discípulos experimentaron el cumplimiento de su promesa. Las escenas de la crucifixión, resurrección y ascensión de Cristo fueron para ellos una realidad viviente. Vieron que las profecías se habían cumplido literalmente. Escudriñaron y aceptaron sus enseñanzas con una fe y seguridad que no conocían antes. Sabían que el divino Maestro era todo lo que había aseverado ser. Y al contar ellos lo que habían experimentado y al ensalzar el amor de Dios, los corazones humanos se enternecían y subyugaban, y multitudes creían en Jesús. La promesa del Salvador a sus discípulos es una promesa hecha a su iglesia hasta el fin del tiempo. Dios no quería que su admirable plan para redimir a los hombres lograse solamente resultados insignificantes. Todos los que quieran ir a trabajar, no confiando en lo que ellos mismos pueden hacer sino en lo que Dios puede hacer para ellos y por ellos, experimentarán ciertamente el cumplimiento de su promesa. “Mayores [obras] que éstas hará—él declara—; porque yo voy al Padre”. Hasta entonces los discípulos no conocían los recursos y el poder ilimitado del Salvador. El les dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre”. Juan 16:24. Explicó que el secreto de su éxito consistiría en pedir fuerza y gracia en su nombre. Estaría delante del Padre para pedir por ellos. La oración del humilde suplicante es presentada por él como su propio deseo en favor de aquella alma. Cada oración sincera es oída en el cielo. Tal vez no sea expresada con fluidez; pero si procede del corazón ascenderá al santuario donde Jesús ministra, y él la presentará al Padre sin balbuceos, hermosa y fragante con el incienso de su propia perfección. La senda de la sinceridad e integridad no es una senda libre de obstrucción, pero en toda dificultad hemos de ver una invitación a orar. Ningún ser viviente tiene poder que no haya recibido de Dios, y la fuente de donde proviene está abierta para el ser humano más débil. “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre—dijo Jesús—, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.—El Deseado de Todas las Gentes, 620-621. El Salvador anhelaba profundamente que sus discípulos comprendiesen con qué propósito su divinidad se había unido a la humanidad. Vino al mundo para revelar la gloria de Dios, a fin de que el hombre pudiese ser elevado por su poder restaurador. Dios se manifestó en él a fin de que pudiese manifestarse en ellos. Jesús no reveló cualidades ni ejerció facultades que los hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta humanidad es lo que todos sus seguidores pueden poseer si quieren vivir sometidos a Dios como él vivió.—Ibid. 619-620.

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