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Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/mp0zSFW Dos de los mensajeros celestiales se marcharon dejando a Abrahán solo con Aquel a quien reconocía ahora como el Hijo de Dios. Y el hombre de fe intercedió en favor de los habitantes de Sodoma. Una vez los había salvado mediante su espada, ahora trató de salvarlos por medio de la oración. Lot y su familia habitaban aun allí; y el amor desinteresado que movió a Abrahán a rescatarlo de los elamitas, trató ahora de salvarlo de la tempestad del juicio divino, si era la voluntad de Dios. Con profunda reverencia y humildad rogó: “He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza”. En su súplica no había confianza en sí mismo, ni jactancia de su propia justicia. No pidió un favor basado en su obediencia, o en los sacrificios que había hecho en cumplimiento de la voluntad de Dios. Siendo él mismo pecador, intercedió en favor de los pecadores. Semejante espíritu debe tener todos los que se acercan a Dios. Abrahán manifestó la confianza de un niño que suplica a un padre a quien ama. Se aproximó al mensajero celestial, y fervientemente le hizo su petición (Historia de los patriarcas y profetas, p. 134). ¿Qué ocurrió con los rebeldes habitantes del mundo antediluviano? Después de rechazar el mensaje de Noé, se entregaron al pecado con mayor abandono que nunca antes, y duplicaron la enormidad de sus prácticas corruptas. Aquellos que se niegan a reformarse rehusando aceptar a Cristo, no encuentran en el pecado nada que los reforme; su mente está resuelta a seguir albergando el espíritu de rebelión, y no se ven ni nunca se verán obligadas a la sumisión. El juicio que el Señor trajo sobre el mundo antediluviano declaró su incurabilidad. La destrucción de Sodoma proclamó que los habitantes del territorio más hermoso del mundo estaban irreversiblemente entregados al pecado. El fuego y azufre del cielo consumieron todo lo que había, excepto a Lot, su esposa y dos hijas. La esposa, al mirar hacia atrás, desoyendo la orden de Dios, se volvió una estatua de sal (Testimonios para los ministros, p. 74). Fue por misericordia para con el mundo por lo que Dios barrió los habitantes de él en tiempo de Noé. Fue también por misericordia por lo que destruyó a los habitantes corrompidos de Sodoma. Debido al poder engañador de Satanás, los obreros de iniquidad se granjean simpatía y admiración y arrastran a otros a la rebelión. Así sucedió en días de Caín y de Noé, como también en tiempo de Abraham y de Lot; y así sucede en nuestros días. Por misericordia para con el universo destruirá Dios finalmente a los que rechazan su gracia… Como, en conformidad con su justicia y con su misericordia, Dios no puede salvar al pecador en sus pecados, le priva de la existencia misma que sus transgresiones tenían ya comprometida y de la que se ha mostrado indigno. Un escritor inspirado dice: “Pues de aquí a poco no será el malo: y contemplarás sobre su lugar, y no parecerá”. Y otro dice: “Serán como si no hubieran sido”. Salmo 37:10; Abdías 16. Cubiertos de infamia, caerán en irreparable y eterno olvido (El conflicto de los siglos, p. 532).

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