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Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/Ybv3FO1 Después de la dispersión de Babel, la idolatría llegó a ser otra vez casi universal, y el Señor dejó finalmente que los transgresores empedernidos siguiesen sus malos caminos, mientras elegía a Abrahán del linaje de Sem, a fin de hacerle depositario de su ley para las futuras generaciones. Abrahán se había criado en un ambiente de superstición y paganismo. Aun la familia de su padre, en la cual se había conservado el conocimiento de Dios, estaba cediendo a las seductoras influencias que la rodeaban, “y servían a dioses extraños” (Josué 24:2), en vez de servir a Jehová. Pero la verdadera fe no había de extinguirse. Dios ha conservado siempre un remanente para que le sirva. Adán, Set, Enoc, Matusalén, Noé, Sem, en línea ininterrumpida, transmitieron de generación en generación las preciosas revelaciones de su voluntad. El hijo de Taré se convirtió en el heredero de este santo cometido. Por doquiera le invitaba la idolatría, pero en vano. Fiel entre los fieles, incorrupto en medio de la prevaleciente apostasía, se mantuvo firme en la adoración del único Dios verdadero. “Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras”. Salmo 145:18. Él comunicó su voluntad a Abrahán, y le dio un conocimiento claro de los requerimientos de su ley, y de la salvación que alcanzaría mediante Cristo (Historia de los patriarcas y profetas, p. 117). No fue una prueba ligera la que soportó Abrahán, ni tampoco era pequeño el sacrificio que se requirió de él. Había fuertes vínculos que le ataban a su tierra, a sus parientes y a su hogar. Pero no vaciló en obedecer al llamamiento. Nada preguntó en cuanto a la tierra prometida. No averiguó si era feraz y de clima saludable, si los campos ofrecían paisajes agradables, o si habría oportunidad para acumular riquezas. Dios había hablado, y su siervo debía obedecer; el lugar más feliz de la tierra para él era dónde Dios quería que estuviese. Muchos continúan siendo probados como lo fue Abrahán. No oyen la voz de Dios hablándoles directamente desde el cielo; pero, en cambio, son llamados mediante las enseñanzas de su Palabra y los acontecimientos de su providencia. Se les puede pedir que abandonen una carrera que promete riquezas honores, que dejen afables y provechosas amistades, y que se separen de sus parientes, para entrar en lo que parezca ser solo un sendero de abnegación, trabajos y sacrificios. Dios tiene una obra para ellos; pero una vida fácil y la influencia de las amistades y los parientes impediría el desarrollo de los rasgos esenciales para su realización. Los llama para que se aparten de las influencias y los auxilios humanos, y les hace sentir la necesidad de su ayuda, y de depender solo de Dios, para que él mismo pueda revelarse a ellos. ¿Quién está listo para renunciar a los planes que ha abrigado y a las relaciones familiares en cuanto le llame la Providencia? ¿Quién aceptará nuevas obligaciones y entrará en campos inexplorados para hacer la obra de Dios con buena voluntad y firmeza y contar sus pérdidas como ganancia por amor a Cristo? El que haga esto tiene la fe de Abrahán, y compartirá con él el “sobremanera alto y eterno peso de gloria”, 2 Corintios 4:17 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 118, 119).

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