Una camaradería divino-humana, 30 de mayo
Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender, y aprenderé tus mandamientos. Salmos 119:73. {ELC 159.1}
El organismo humano es hechura de Dios. Los órganos empleados en todas las diferentes funciones del cuerpo fueron hechos por él. El Señor nos da alimento y bebida para satisfacer las necesidades del cuerpo. Él ha dado diferentes propiedades a la tierra aptas para el crecimiento del alimento para sus hijos. Da la luz solar y las lluvias, temprana y tardía. Forma las nubes y envía el rocío. Todos éstos son dones suyos. Ha extendido liberalmente sus bendiciones sobre nosotros. Pero todas estas bendiciones no restaurarán su imagen moral a menos que cooperemos con él, haciendo decididos esfuerzos por conocernos a nosotros mismos, por entender cómo cuidar de la delicada maquinaria humana. El hombre debe ayudar diligentemente a guardarse a sí mismo en armonía con las leyes de la naturaleza. El que coopera con Dios en la obra de guardar en orden la maravillosa maquinaria, el que consagra a Dios sus facultades... permanece en su virilidad dada por Dios y está registrado en los libros del cielo como un hombre. {ELC 159.2}
Dios ha dado al hombre tierra para ser cultivada. Pero para cosechar debe haber una acción armónica entre los agentes divino y humano. Hay que usar a su tiempo el arado y otros implementos. Debe sembrarse la semilla a su tiempo. El hombre no debe dejar de hacer su parte... La cosecha estará en proporción a la energía que él puso. {ELC 159.3}
Así ocurre con las cosas espirituales... Debe haber una camaradería, una relación divina entre el Hijo de Dios y el pecador que se arrepiente. Somos hijos e hijas de Dios, “Mas a todos los que le recibieron ... les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12. Cristo da la misericordia y gracia abundantemente a todos los que creen en él... Pero debemos hacer nuestra parte aceptando la bendición con fe.—The Signs of the Times, 27 de febrero de 1901. {ELC 159.4}
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